lunes, 18 de junio de 2012

La superación del miedo mediante los decretos



Por el Señor Maitreya




La afirmación “ El amor perfecto arroja el miedo” es cierta, porque puede comprobarse científicamente como demostración de la Ley Cósmica. Aunque es difícil para los seres humanos, forjados en el molde de la conciencia humana, percibir la completa perfección de Dios que se encuentra en ellos mismos, es a través del entendimiento del amor perfecto como todo hombre y mujer puede alcanzar el nivel en el que comprenda que el amor es la esencia de la Individualidad.
El amor perfecto del que Estoy hablando, es el amor que emana del Dios Padre-Madre desde la propia esencia del verdadero Ser.
Es este amor el que, cuando es invocado por las criaturas de Dios a través del decreto divino, disolverá todo miedo, duda, toda ansiedad, frustración y la sensación de soledad que la humanidad ha adquirido a través de la percepción de estar separada de la Fuente de la vida. El velo que colgaba en el antiguo templo hebreo entre el Sanctasanctórum y el lugar santo simboliza el velo del mediador Divino que protege la perfección de Dios contra la imperfección del hombre. Este es el velo autorizado por Dios para proteger el altar del Fuego Sagrado en el lugar del altísimo, donde sólo el Sumo Sacerdote, el Yo Crístico de cada quien, puede entrar. Este velo impide entrar al Sanctasanctórum a aquellos cuya conciencia todavía tiene que elevarse para el ritual de sintonía con la Mente Crística.
Existe otro velo que separa al hombre de su Dios.
Es un velo de energía compuesto por un campo energético de pensamientos y sentimientos mortales que el hombre teje con su propia discordia. Este velo se ha convertido en un muro de separación entre la conciencia evolutiva del alma en el hombre y la Gran Llama Divina que enfoca la energía vital del Ser Real dentro del corazón. De esta forma, el hombre se ha separado por sí mismo de la sede de misericordia y del arca del testimonio de su identidad con Cristo. Y durante siglos, este velo de energía lo ha privado eficazmente de la verdad de su propio ser y de la Presencia de Dios. Por lo tanto, es el hombre mismo quien tiene que rasgar el velo de su conciencia mortal–de la cual es autor único- antes de que se pueda impartir la Sabiduría de la Ley.
Así, cuando nos acercamos al tema del miedo y su consecuente superación a través de la invocación del Fuego Sagrado que arde en el altar del Sanctasanctórum del Ser del hombre, tenemos que entender que las energías que componen el velo, ya sea
que aparezcan como orgullo, dureza de corazón, prejuicio, odio, gula o codicia humana
pueden reducirse a un denominador común,  que en este discurso expongo como el miedo.
Este miedo es la ansiedad y la incertidumbre que surgen desde lo profundo de las entrañas de la conciencia humana en el momento en que ésta se separa de Dios. De este temor se deriva toda forma oscura, toda manía y toda influencia maligna, de las que la raza humana es heredera.
De veras se puede decir que existen islas de substancia densa y de contaminación psíquica, ubicadas dentro de la conciencia de la humanidad. Bajo ciertas condiciones, siempre acompañadas de alguna explosión emocional, estas islas –  repito, bultos conglomerados de temor y sus componentes- se unen rápidamente con el continente de negación en la conciencia colectiva del mundo,  amplificando al mismo tiempo los momentos habituales de negación en el mundo del individuo.
Esto resulta en una gran inundación de mareas de infelicidad, causada por una intensificación de aquellas cualidades y condiciones que son exactamente lo contrario del plan celestial.
¿Qué medidas prácticas puede emplear para contrarrestar tales tendencias?
¿Cómo puede aislarse de  las influencias de las manifestaciones que son todo menos benignas, ya sean internas o externas? ¿Qué es, entonces, el miedo?
En primer lugar, miedo es una vibración –una vibración negativa, una sensación de entender mal la vida y sus propósitos.
Pero, es más que eso, es una mala costumbre. 
Muchas de las experiencias repetitivas de la humanidad han sido indeseables por lo tanto, conscientes de que el así llamado mal puede atacarlos, los hombres están recelosos de su futuro.
Se preguntan si tendrán éxito y si serán capaces de retenerlo, una vez que éste les sea concedido. El recuerdo de los fracasos pasados, pues, mantiene vivos los registros del miedo en el presente. La comprensión del verdadero Plan del Padre siempre es beneficiosa para extirpar el miedo del mundo del individuo. Hace mucho tiempo,
efectivamente, la Palabra de Dios afirmada como un Decreto Divino y reafirmada por el hombre en defensa de la rectitud y de la Verdad, supera toda tentación. 
Jesús sabía también que cada promesa de felicidad con la que la mente carnal pudiera tentar al hijo de Dios, ya había sido cumplida por el Padre Celestial. Por consiguiente, él le dio una severa reprimenda al diablo, superando así el ímpetu planetario de un materialismo exento de Dios. Él venció la tentación de seguir la vida mundana con la plena fuerza de la Palabra:
«Adorarás al Señor tu Dios y sólo a Él servirás».
La Afirmación 
“el Padre anhela daros el reino”  muestra a la humanidad que el designio divino para todo hombre y mujer es el de que, cada uno, no sólo tenga  abundancia de toda cosa buena, sino también de todo el bien del que pueda beneficiarse en cualquier momento, por cualquier razón, en cualquier lugar. ¿Qué es, entonces, lo que tenemos que temer, excepto el miedo mismo?.
Jesús dijo:
«Yo he venido para que tengan vida y para que la tengan más abundante».
[Juan 10:10]
Este es el mensaje del Verbo de Dios a toda Vida.
¿Por qué entonces, los hombres permiten que se les prive de los dones y de las gracias celestiales por medio del miedo y de otras vibraciones negativas que acosan al subconsciente colectivo de la raza? Si me permiten parafrasear a uno de sus poetas:
«Yo dibujé un círculo y lo excluí a Él, Él dibujo un círculo y me incluyó en él»
.[Edwin Markham “Outwitted”]
Quisiera señalar el hecho de que su Yo Divino es el iniciador del yo humano 
y de que todas las experiencias que ocurren en la vida del hombre tienen el propósito de pulir el “diamante en bruto” de su identidad, a fin de que este bendito diamante pueda colocarse debidamente a plena vista del universo en una montadura apropiada. Refiriéndose a esto Jesús dijo:
«Vosotros sois la Luz del mundo. Una ciudad situada en la cima de un monte no puede ocultarse»
[Mateo 5:14]
Ahora bien, es cierto que las manifestaciones tenebrosas y las vidas infelices e infructuosas que revelan desesperación interna no son adecuadas para ser exhibidas como arquetipos de perfección.
Es por esto que el Amado Jesús y los Grandes Maestros son presentados a la conciencia de la humanidad como ejemplos dignos de imitarse.
 Porque su ejemplo es el de la acción que pone en práctica la Llama del Cristo en pensamientos, palabras y obras.
Sin duda alguna, no es el Plan del Padre privar a ningún hombre de la posibilidad de ir y hacer lo mismo
[Lucas 10:37]
Es el deseo de la Gran Hermandad Blanca dar a conocer que Dios ha usado todos los ejemplos espirituales para inspirar al hombre, revelándole las grandes posibilidades, que en realidad están dentro de él mismo. Eliminar el miedo es, pues, eliminar la profundamente arraigada resistencia al flujo y a las posibilidades de Luz que se encuentra en el ser del hombre.
Eliminar el miedo es un acto de Dios, dado que Dios no lo implantó en el hombre.
El miedo fue aceptado por el hombre a través de su ignorancia de la Ley y su incredulidad –  a través de una falta de conocimiento de la Ley y de cómo manejar sus muchas facetas. 
La desesperación se generó en el hombre en momentos en que el Plan Divino o no fue percibido absolutamente o sólo nebulosamente, porque el hombre suponía entonces que estaba solo en el Universo.
En esa disposición de ánimo de persistente soledad, la humanidad escasamente se daba cuenta del verdadero significado de su identidad. Por falta de sintonía con la Deidad, entró en una vibración inferior, la cual, debido a sus conceptos ensombrecidos e ideas lóbregas, no sólo es limitada y auto-limitante, sino que además está llena de elementos de autocompasión.
El acto de sintonizarse con el Padre, la Presencia YO SOY, es el primer paso para desarraigar el miedo.
Todos los hombres y mujeres tienen que reconocer que, debido a que en el pasado han pensado equivocadamente, sólo ellos pueden rectificar sus pensamientos y pensar correctamente en el presente. Ellos han considerado al individuo como el centro del Ser universal. Esto, sin embargo, es verdad sólo parcialmente.
Los hombres tienen que considerarse como centrados en Dios, en vez de centrados en el ego, y considerar a Dios, individualizado en la Presencia YO SOY, como el verdadero centro de su ser.
Tienen que considerarse a sí mismos como la manifestación y no como la fuente creadora de esta perfección.
No es blasfemia considerar a Dios como centro y origen de la vida, porque la blasfemia está relacionada con la desesperación de la humanidad y con la degradación de la creación de Dios dentro de sí misma. Esta mentalidad trata de negar la creación inmortal, afirmando que el hombre es tan inferior a Dios, que de ninguna manera fue creado a la imagen inmortal 
.[Génesis 1:26]
Esto contradice las Sagradas Escrituras, y sin embargo, ¿ nó declaró el Señor en medio de la congregación: 
“Yo he dicho: vosotros sois dioses; y todos vosotros sois hijos del Altísimo”? 
[Salmos 82:6; Juan10:34]
¿No se dan cuenta, pues, bienaventurados, que al reconocer que el hombre fue hecho a la imagen de Dios y al afirmar el hecho de que el plan de perfección del Padre es diseñado para él, y que la virtud y la abundancia son la debida porción que le corresponde, la humanidad es capaz de escapar de los sentimientos de miedo y carencia?.
La abundancia es su herencia divina y encierra en sí la consagración no sólo a las cosas de Dios sino además a los ideales de Dios.
De esta forma, la búsqueda de la Vida abundante inspira consagración
a la vida divina. 
El hombre experimenta miedo a la muerte cuando piensa que ya no formará parte de la gran corriente principal de lo conocido, de lo que en su limitada condición conoce como Vida. Cuando entiende que las experiencias del nacimiento y la muerte no difieren la una de la otra, entonces comprende que, lo que de veras es Vida, no puede morir;
entonces entiende que toda experiencia no es más que un mar por el cual el hombre atraviesa hacia mayores oportunidades.



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